Habla el General: “Al salir de Las Huelgas entré en el parque de El Parral. Bajo su espléndida arboleda uno jolgorio inusitado llamó mi atención. Curioso que es uno, me encaminé raudo hacia el origen de aquel bullicio. Junto a la ruina rampante del viejo Hospital del Rey se estaba celebrando una pelea de gallos, que observé unos segundos entre la multitud de gentes que se arracimaban en torno a ambos animales. Fue allí cuando un extraño personaje, que imaginé era un romero, me susurró al oído que allí nada interesante iba a encontrar antes de darse media vuelta y alejarse de la muchedumbre. Lo seguí sin dudarlo. Así fue como entré en la ermita de San Amaro, descubriendo con espanto una cámara de los horrores: colgando de sus paredes había decenas de exvotos (trenzas de pelo, manos, piernas y pies hechos de cera, tela o escayola, además de ojos de cristal) rodeando el sepulcro yacente de aquel santo peregrino. Recordé que había leído, en mi mocedad, el libro hagiográfico titulado ‘Vida de San Amaro’, que recoge la vida errante de este personaje en busca del Paraíso. Y que acaba encontrándolo al final, después de muchas peripecias y no pocos quebrantos, e innumerables años de búsqueda. Y que ese lugar, ese Paraíso, lo hallaba en un Castillo. No había duda, pues. Todos los signos me llevaban al mismo lugar: a las ruinas de la vieja fortaleza castellana…”.